Viernes de entrecasa

 

Según el calendario oficial correspondiente al ciclo lectivo 1999, ningún tipo de actividad impediría que en la tarde del viernes 27 de abril, el aula 6 del pabellón II - ambientada por una luminosidad rancia y apenas perceptible- se sumergiera en ese silencio sepulcral que suele inundar todo el subsuelo de la Facultad. Sin embargo, un transeúnte casual podría haber advertido con facilidad que la escena descripta distaba mucho de parecerse a lo que en realidad ocurría.

Los pasos, las voces, las luces que de un momento a otro se habían encendido evidenciaban que no estaba todo dicho. Menos aún cuando comenzó a percibirse en el aire la impaciencia de estudiantes y profesores, quienes pagaban con la espera el error de haber respetado puntualmente el horario que indicaban cierto número de carteles diseminados por la Facultad. Algo iba a suceder y eso quedó perfectamente claro cuando un docente, a pesar de encontrarse fuera de su horario de clases, pasó al frente. Era Oscar Martínez, investigador en el laboratorio de Electrónica Cuántica de la Facultad. El doctor Martínez comenzó presentando el plan: estaba pidiendo expresamente que le dejaran contar todo lo que había preparado. ¿Acaso alguien pretendía impedírselo? El problema, explicó, era la mentira. En todo el asunto subyacía una mentira vital que debía ser descubierta. Dicho esto comenzó a hablar sobre la historia de las lentes, sobre las teorías que se habían ido construyendo con el paso de los años al efecto de su estudio y sobre las barreras con que la óptica se había encontrado hasta el punto de quedar relegada a un segundo plano en la carrera por ver cada vez más de cerca. Luego presentó su laboratorio y las nuevas teorías que le habían permitido quebrar estas barreras, poniendo a la óptica a la par de las técnicas más avanzadas de microscopía. Finalmente presentó su máquina. Hasta aquí estaba todo perfecto, pero faltaba el error. Nadie tenía una pista: estudiantes y profesores de diversas carreras quedaron en silencio. Mas que un error, había una mentira deliberada. No en los cálculos, que pocos habían comprendido y a los que Martínez no había dedicado mayor interés, ni tampoco en las teorías en las que, según acababa de explicar, su grupo se había basado para idear el microscopio. La mentira feroz estaba en el orden en que él había presentado las cosas: exactamente inverso a aquel en que se habían sucedido los descubrimientos. Algo que cualquier estudiante podría haber advertido, si, según Martínez, no se le mintiera cada día en el aula de la misma forma en que él acababa de hacerlo. La mentira resultaba ahora patente: nadie deduce un microscopio a partir de la teoría. O por lo menos, la teoría construye al microscopio tanto como éste a ella misma. Así, luego de una hora de explicaciones, y a pesar de que ninguna actividad oficial había sido planeada para el aula 6, comenzó sorpresivamente un debate sobre la didáctica de la ciencia, en el marco de la séptima de las "Charlas de los viernes".

¿Cómo surgieron las "Charlas de los viernes"?

En el primer cuatrimestre de 1997, los alumnos y profesores de Análisis I empezaron a reunirse fuera del horario de clases con el fin de satisfacer inquietudes que tuvieran que ver con la matemática pero que no estuvieran enmarcadas dentro del contenido particular de la materia. Con el tiempo, el grupo creció en integrantes y espectativas, y al año siguiente la decisión de abrir las reuniones a toda la comunidad de Exactas dio el marco para que se crearan las "Charlas de los Viernes". Entre los objetivos que se plantearon entonces estaba el de crear un lugar de referencia donde los estudiantes pudieran, a través de las experiencias de los investigadores de la Facultad, armarse una idea de lo que es la vida después de recibirse. Teniendo en cuenta el estado de atomización de los espacios de investigación, las charlas también fueron concebidas con la idea de que se transformen en lugar de reunión para la comunidad entera, para que estudiantes y profesores de distintas carreras pudieran conocerse en una facultad dónde el término "interdisciplina" suena ajeno. Se pensó además que el espíritu de estas reuniones debía ser distinto al de una clase o un laboratorio, debiendo ofrecer a los alumnos la posibilidad de aprovechar el potencial humano que tiene la Facultad de una manera más profunda que la del clásico "cursar, rendir, firmar e irse".

¿Cómo se llevan a cabo?

Los temas, en general, los proponen los charlistas, aunque también llegaron algunas propuestas del público. Hasta el momento la selección de charlistas se realizó a través del grupo organizador, tratando siempre de cubrir toda la gama de especialidades entre los profesores de los que tienen buena comunicación con el público y pueden imprimirle a la charla una dinámica de ida y vuelta. De todas maneras, tarde o temprano se va a tener que ampliar el panorama, y para lograrlo es necesario que la gente se sume a la organización de la forma que mejor le parezca, ya sea acercándose a las reuniones o a través de sugerencias. La dinámica de las charlas es una de las cosas que más se trata de cuidar. Atendiendo a los objetivos que se propusieron en un principio, la participación del público resulta algo fundamental. En este aspecto se puede poner como ejemplo extremo la charla del doctor Diego Harari sobre Lentes Gravitacionales. Harari tenía una serie de transparencias para mostrar pero apenas puso la primera el público comenzó a acosarlo con preguntas a tal punto que no pudo avanzar en lo que tenía planeado. El progreso fue por otro camino: justamente por el camino que las "Charlas de los viernes" quieren rescatar.

¿Qué objetivos se lograron y qué planes hay para el futuro?

El logro más importante, y tal vez el más inesperado, fue el nivel de participación que se alcanzó desde el comienzo. Esto habla a las claras de lo necesarias que son este tipo de actividades para la comunidad de Exactas. Algo que todavía sorprende es la heterogeneidad que presenta el auditorio. Resulta curioso y alentador que la mayoría de los estudiantes que asisten a la charla dada por un físico no sean precisamente estudiantes de física. Objetivos como fomentar la interdisciplina o hacer divulgación científica están siempre en el aire. Se reconoce como una de las características principales de esta Facultad la amplia variedad de proyectos que conviven simultáneamente en temas muy diversos; sin embargo se siente que cada equipo funciona desconectado del resto. La variedad se reduce a muchos elementos dispersos. En cuanto a la divulgación científica, resulta fácil reconocer, salvo honrosas excepciones, la falta de medios que muestren al público en general los productos de la ciencia argentina. Las "Charlas de los viernes" no pueden hacer, sin embargo, más que un muy pequeño aporte a estos objetivos, aunque tal vez señala el camino al que tendrían que apuntar esta y otras actividades académicas extraoficiales. Más allá de esto, las "Charlas de los Viernes" no dejan de ser un espacio para que nos entusiasmemos mutuamente, para que nos escuchemos y aprendamos juntos. No es un lugar para dar discursos o escucharlos, sino para que la gente que trabaja en ciencia pueda contar sus pequeñas alegrías y proezas, su pasión y sus miserias. Es un lugar para que podamos comunicarnos y aprender qué es lo que está haciendo "el otro", cosa que sólo lograremos al entender el motivo por el cual le parece interesante lo que hace. En fin, en momentos en que nuestro único denominador común pareciera ser el bajo presupuesto, las "Charlas de los viernes" son la más refrescante sorpresa que nos podíamos ofrecer.

 

Revista Exactamente 

 

 

charlasviernes@yahoo.com